miércoles, 31 de octubre de 2018

49. Historias de Famorca

49. Historias de Famorca

1. HISTORIAS DE LAS CUEVAS DE ALFARO

Rafael Pla Salvador cuenta diversas anécdotas sobre las cuevas de Alfaro: “En la localidad de Famorca existe una boca de sima de la que sale o entra una fuerte corriente de aire, hasta el extremo de tragarse una gran aliaga encendida o expulsarla a más de 10 metros de distancia. En sus alrededores se observan varios agujeros por los que sale, así mismo, aire y fuerte humedad. Creemos que este sitio encierra una conexión con alguna gruta de gran capacidad”.
Del Avenc del Coscollet cuenta: “Se dice que algún pastor pertrechado de sogas ha descendido hasta la primera planta para rescatar alguna oveja despeñada en la sima, pero no se sabe de nadie que alcanzara el fondo”. Cuenta también la leyenda de que: “se cuenta en el pueblo de Famorca que en una ocasión tiraron un perro vivo que fue a salir a la cueva de la Bota del término de Castell de Castells”, situada a más de 20 kilómetros de distancia, en otro macizo montañoso. La fuerte “respiración” de la sima, por la que en ocasiones se observa una columna de vapor, ha llevado a la creencia de que existe un gran río subterráneo a gran profundidad, idea no del todo descabellada, pues no es el único punto por la que el macizo “respira” tan intensamente”

Del Avenc de Barrina dice: “Se cuenta que en tiempos pasados algunos pastores alcanzaron los cien metros de profundidad, en donde existía un gran río subterráneo. Cuentan también que con el fin de saber por donde salía esta corriente subterránea, echaron varios kilos de paja, saliendo al cabo de unos días en las surgencias de Els Fontanars, de Callosa de Ensarriá, situados a más de 40 kilómetros en otro macizo montañoso”.


2. A BAILAR A OTROS PUEBLOS

Cuando se celebraban fiestas en los pueblos de alrededor, todos los jóvenes del pueblo iban allí a bailar. Lo mismo ocurría cuando era las fiestas de Famorca, que venían los jóvenes de los pueblos de alrededor. Siempre había conflictos con los forasteros, pues no veían con agrado que las chicas del pueblo bailaran con gente de otros pueblos. Esto, unido al abuso de alcohol, generaba frecuentes peleas colectivas. Los de Famorca, con los que más discusiones tenían eran con los de Fageca y los de Tollos, que, por otra parte, eran los pueblos más cercanos y con los que más trato tenían.

Desde siempre, los jóvenes de Famorca con los que mejor se han llevado ha sido con los jóvenes de la Vall d´Ebo, de la Vall de Laguart y de l´Abdet.


3. GITANOS

A pesar de que casi no había caminos, llegaban muchos gitanos al pueblo. Venían familias enteras, de hasta cuatro generaciones, y siempre venían con un montón de chiquillos y llevaban varios burros muy cargados. Cuando hubo carretera ya venían en carros.

Eran extremadamente pobres y siempre olían a humo, porque siempre tenían las hogueras encendidas.

Como anécdota de lo pobres que eran, cuentan que, a principios de siglo, al llegar al pueblo se enteraron de que a un señor del pueblo se le había muerto un cerdo y lo había enterrado, y entonces fueron ellos a desenterrarlo, y se lo comieron.

Solían permanecer todo el verano en las inmediaciones del pueblo, y estaban acampados junto al río, cerca del pueblo, o en els Noguerets, o bajo algún nogal de les Fontetes o en el corral de Pepetón.

Con frecuencia cometían pequeños robos en los campos. Cuando llegaban, llenaban todo de cacharros y cestos, y siempre montaban un extenso campamento, aunque no fueran muchas personas. Se dedicaban a hacer cestos, los hombres cortaban los mimbres y las mujeres hacían los cestos. Vendían estos cestos por los pueblos, y vendían también molinillos de papel, y arreglaban tinajas y paraguas, estañaban ollas y pucheros, afilaban cuchillos, ponían asientos de enea o esparto a las sillas viejas, y también compraban pieles de conejo. Aparte de pagarles, se les daba algo de comida. No trabajaban nunca para nadie, ni en el campo ni en las casas.

Una vez, durante la guerra, en el primer corral que hay en el río, había unos gitanos viviendo, y durante la noche nació un chiquillo. Se corrió la voz y acudieron muchas personas del pueblo a ayudarles, y todos le regalaban algo a la parturienta. Cuentan que hasta mataron una gallina y se la bajaron para que le hicieran caldo a la parturienta.

Otra anécdota que cuentan es que, pasaban unos cuantos gitanos por el barranco de Malafí, o estaban acampados allí, y una persona de Famorca, como “gracia”, les tiró una gran piedra, que bajó rodando y al caer donde estaban ellos, le golpeó a un burro y lo mató. Subieron los gitanos con navajas para atacar al de Famorca y éste se echó a correr por el monte Alfaro, y tuvo la suerte de que conocía un “avenc” y se metió dentro del pozo, tapando la entrada con una aliaga, y consiguió que no le encontrasen, pues si no la “gracia” le hubiera costado cara.


4. LEPROSOS

En toda esta zona ha habido más leprosos que en otros sitios. A mediados y finales del siglo pasado, antes de que se abriera el sanatorio de Fontilles, a los leprosos de casi toda la provincia los llevaban a unas cuevas que hay en el Barranc de Malafí, cerca de Tollos, y allí malvivían sin apenas cuidados ni alimentos. Hay gente que afirma que antiguamente el pueblo de Tollos era el elegido para llevar allí a los leprosos de toda la zona.

En Famorca, en los años veinte, se dieron seis casos de lepra, incluidos una madre y dos de sus hijas. En todos los casos, se los llevaron al sanatorio de Fontilles y allí se murieron.


5. TEATRO

En los años veinte y treinta, los niños hacían un pequeño teatrito dentro de la iglesia. A veces participaba algún adulto (El tío Ismael y Pepica Masanet.) Los niños hacían los ensayos con la maestra en la escuela, y luego hacían la representación. Una obra que era muy representada era la de “La Pilar y el Miquelet” y también otra que hablaba de la infancia de Santa Teresa y de su hermano.

A veces venía gente ambulante, titiriteros o “volantiners”, que contaban chistes, cantaban y bailaban, y hacían juegos malabares, equilibrios, saltimbanquis, trucos de magia y piezas cortas de teatro. Antes de la función daban una vuelta por el pueblo tocando el tambor y anunciaban: “En casa Pepa es fa teatre, els majors a quincet i la morralla a cuatre perres”. En los años veinte y treinta, venían mucho unos de Alicante que eran: el tío Pupo, la señorita Mercedes y el niño Julio.


6. EL TABACO

Antes se fumaba muchísimo más que ahora. Hasta los años setenta todo el tabaco que se fumaba era tabaco de liar, y también había unos puritos muy fuertes que les llamaban mataquintos. Muchos cultivaban tabaco en la huerta, y luego lo secaban y lo fumaban, pero después de la Guerra se prohibió su cultivo y estaba vigilado rigurosamente.


7. UN MENDIGO ABRASADO. 1912

“Un incendio. Mendigo abrasado. En el pueblo de Famorca, un mendigo, aterido de frío, entró a dormir en un establo. Sin que se sepa cómo, al poco rato ardía la paja del establo, envolviendo las llamas al infeliz, que pereció abrasado. El Juzgado instruye diligencias”

Noticia aparecida en "La correspondencia" el 3 de febrero de 1912
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000643693 


(Los hechos ocurrieron en los corrales que hay junto al cementerio)


8. UNA ESPOSA DESAPARECIDA

“Esposa desaparecida. De Famorca desapareció hace días del domicilio conyugal Julia Manzanat (Masanet), sin dejar huellas, y llevándose 1000 pesetas. El marido denunció el hecho a la autoridad y ésta trabaja para descubrir el paradero de la fugada. La desaparecida es de muy buenos antecedentes y tiene muchas simpatías entre sus vecinos, a los que ha producido gran extrañeza esta determinación, suponiendo muchos que se trate de un hecho criminal”

Periódico "La libertad" de 29 de octubre de 1927:




9. ASALTO AL CARTERO DE FAMORCA

En 1874, una partida carlista compuesta por unos 30 hombres, asaltó al cartero que iba desde Famorca a Callosa mientras atravesaba la sierra de Serrella.

Periódico "El imparcial" de 10 de agosto de 1874:



Periódico "La Época" de 10 de agosto de 1874:


10.  MULTA AL ALCALDE POR NO PONER EL SELLO CON EL ESCUDO DE LA REPÚBLICA. 1933

Periódico "El Sol", 7 de septiembre de 1933:
“El gobernador ha impuesto una multa al alcalde de Famorca porque usaba todavía el sello de aquel ayuntamiento con el escudo del régimen anterior”



11. LOS DOS BURROS Y LA RIADA

A principios del siglo XX, cerca de la Cova de Santa Maira, en el término municipal de Castell de Castells, en el mismo barranco de Famorca, estaba el tío Blanc de Famorca, cogiendo leña, y empezó a llover fuertemente. Metió a los dos burros en una cueva, a la altura del río, y el se refugió en un abrigo de un poco más arriba. El agua del río comenzó a subir de repente y arrastró a los dos burros río abajo, y los encontraron, muertos, más allá de Castell de Castells.


12. EL CIEGO DE PARCENT

En los años veinte había un señor ciego, que era de Parcent, y tocaba el armonio de la iglesia, y sin ver nada, iba y venía de Famorca a Parcent, por sendas, solamente guiado por un perrito.


13. RAYOS

Poco antes de la guerra, durante una tormenta, cerca del “Pouet de Cantalar”, en la parte de arriba de Alfaro, en el término municipal de Fageca, un pastor metió en una cueva a su rebaño de cabras, y él se metió dentro también. Estando allí, se dio cuenta que faltaba una, y la vio que estaba cerca de allí, herida en una pata. Acudió a donde estaba la cabra, y en aquel momento cayó un rayo en la cueva donde había estado y mató siete cabras.

A principios de siglo, cayó un rayo cerca de la Penya Rotja, un poco más arriba, y hacia el este, y deshizo unas grandes rocas, y cayeron piedras rodando por la montaña. Todavía hoy se aprecia la roca descarnada.


14. AHUYENTANDO LAS TORMENTAS

Había verdadero miedo a las tormentas, especialmente a las de granizo. (Una señora, la tía Amparados, se llegó a morir del susto, ante la inminencia de una gran tormenta). Había muchos métodos para intentar evitar que cayera granizo.

Unas veces, delante de la casa, se quemaban los ramos de olivos bendecidos el Domingo de Ramos, con la creencia de que el humo al llegar a las nubes evitaría que cayera el granizo.

Otro método era sacar la cruz de Caravaca, a la que todavía las señoras mayores le tienen gran devoción. Esto viene de que, a principios del siglo XX, una vez que vinieron unos pobres de Caravaca a pedir limosna, para agradecerle una limosna a la tía Francisca María (abuela de Delfina) le dieron una cruz de Caravaca para que la sacara cada vez que hubiera una tormenta. El ritual era salir por las calles con la cruz y, con el crucifijo, hacer tres cruces en el aire diciendo cada vez: “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Como esto le dio resultado a la tía Francisca María, la devoción se extendió y se fueron adquiriendo más cruces de Caravaca. En la actualidad todavía se saca la cruz de Caravaca en alguna ocasión. 

Hasta no hace mucho tiempo, para ahuyentar las tormentas se sacaba en procesión el estandarte de la Purísima, y se iba cantando: 

“Santa Bárbara va pel camp
buscant a l´Esperit Sant,
L´Esperit Sant no pot eixir
perque tres núvols veu venir:
ú de foc
ú de pedra
ú de mala ventura,
que no em pegue a mi
ni a ninguna criatura”.
Otro método era encender la candela que les habían dado el día de la Candelaria cuando aparecían nubes negras. También había la costumbre de poner boca arriba los trípodes que se utilizaban para poner los cazos a la lumbre.


15. LA MANO DE FUEGO

Un hecho insólito que alarmó a la gente del pueblo en los años veinte fue “la mano de fuego”.

En los años veinte, Pascual Vidal de Colau estaba una noche en el dormitorio iluminándose con el candil, y apareció una mano de fuego que le apagó el candil. El se asustó mucho pero pensó que lo habría soñado, y cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que en la pared estaba la sombra de aquella mano. Cada pocos días encalaba la pared para tapar aquella sombra, pero cada vez reaparecía la mano. A partir de entonces, ésta persona se hizo muy religiosa.


16. EL CONEJO Y EL CAZADOR

Sobre los años treinta, un Viernes Santo, salió a cazar el tío Baltasar, y le salió un conejo, le apuntó, le disparó, y el conejo no se murió. Entonces, cargó otra vez la escopeta, y el conejo en vez de irse se quedó allí de pie. El tío Baltasar le apuntó, le disparó, y el conejo seguía allí, y así tres o cuatro veces, hasta que ya se dio por vencido y se volvió a casa, con unos fuertes dolores de tripa. Todo el pueblo pensó que aquello le había ocurrido por salir a cazar en Viernes Santo.


17. HISTORIAS DE LA NIEVE

Antes nevaba muchísimo más que ahora, y no era extraño ver nevadas de más de un metro de espesor. Cuando nevaba no había escuela y la gente no iba al campo. Con palas se hacían caminos entre unas casas y otras, como si fueran trincheras, y, a veces, había que salir por los balcones. Cuentan que en los años diez, una vez nevó tanto que no pudieron llevar a enterrar a un señor que se había muerto, y tuvieron que tener el cadáver en casa tres días hasta que lo pudieron enterrar.
 
También se cuenta que, a principios del siglo XX (o finales del S. XIX), nevó mucho y hacía mucho frío. Y, como había fallecido un señor, al llevarlo al cementerio, no podían cavar en el suelo, para hacer la fosa, porque estaba helado. Así pues, taparon el cadáver con nieve, lo dejaron toda la noche allí, y volvieron al día siguiente con mejores herramientas para poder excavar la fosa y enterrarlo.


18. UN INCENDIO EN UNA CASA

Siempre había temor a un incendio. Ya he contado que antiguamente no existía el arco de la Volta, y lo hicieron, entre otras cosas, para poder acudir rápidamente a la fuente a coger agua en caso de incendio de alguna casa de aquella parte. No se recuerda ningún incendio antiguamente, pero en los años sesenta se incendió la casa de Etelvina, y allí acudió todo el pueblo con cubos de agua para sofocar el incendio y, a pesar de los esfuerzos, se quemó todo el tejado. Posteriormente, y en gesto ejemplar de solidaridad, todo el pueblo colaboró para reconstruirles el tejado sin que los dueños de la casa tuvieran que pagar nada de toda la obra.


19. UN BRAZO EN EL RÍO

Sobre 1910, una persona de Benimantell había venido a Famorca a cobrar un ganado que había vendido. Uno de los que le pagaron, que era de Famorca, lo entretuvo bebiendo, y cuando se iba a hacer de noche, se le ofreció para acompañarle, ya que llevaba mucho dinero, y a mitad de camino entre Famorca y Castell de Castells, lo mató y enterró el cadáver en el río. Al parecer un pastor vio cómo lo mataba y se lo hizo saber al párroco de Castell de Castells, el cual avisó a la Guardia Civil y detuvieron al asesino sin que confesase a pesar de los brutales interrogatorios a que le sometieron. Al cabo de unos días, en el lugar donde había enterrado al asesinado, un pastor descubrió un brazo que sobresalía de las piedras, y avisó a la gente de Famorca que fueron a desenterrarlo, y descubrieron que se trataba del desaparecido, y entonces el asesino confesó.

OTRO ASESINATO PARECIDO, que pudiera ser el mismo. Se publicó la historia en el periódico “La Verdad” de 7 de enero de 2004.

El crimen ocurrió en noviembre de 1919. A la víctima le llamaban el “Polinari”. Se llamaba Vicente Ponsoda. Vivía en Castell de Guadalest. Tenía 30 años, estaba casado y tenía un hijo de corta edad. Era un jugador empedernido y había acudido a Famorca a jugar a “juegos prohibidos”

El “Polinari” apareció en un barranco situado entre Famorca y Castell de Castells, muerto por dos disparos de escopeta, (según el periódico, Barranc de “El Villó”)

Un pastor de Castell de Castells encontró el cadáver cubierto de piedras.

Fueron detenidas cuatro personas, entre ellos Tomás Vidal Masanet, de Famorca, alias Tomaset, que estaba intentado irse Suramérica.
 

 


20. EL TIO CAYETANO

El tío Cayetano era una persona peculiar, tenía casa en Famorca, pero frecuentemente se iba a vivir a una cueva cerca del Barranc, en el camino a la Font dels Olbits. Murió sobre 1960. Era muy listo, había vivido en muchos sitios, entre ellos América del Norte y Argelia, y dicen que sabía siete idiomas. Fue alcalde durante una parte de la Guerra Civil, y luego estuvo un tiempo encarcelado.

Cuando volvió a Famorca, después de sus viajes por el mundo, se dedicaba a cazar conejos, zorras y ginetas, y utilizaba para ello trampas y lazos, y dicen que le pagaban dos mil pesetas de aquellos tiempos por cada piel de gineta. Se alimentaba de lo que cazaba y de higos, y dicen que comía hasta serpientes.Tenía una zorra amaestrada como animal de compañía, y la tenía como si fuera un perro. Vivía en el pueblo cuando hacía mucho frío, y era de carácter oscuro y no hablaba con casi nadie. Cuando estaba en el campo vivía en una cueva que había debajo de la Coveta l´Empelt, o en una barraca que había cerca de la Font dels Olbits. También vivía en Alfaro, en una cueva que había en el Morro Negre. A veces, estaba quince días en el Barranc de Malafí cazando. Por el campo iba desnudo del todo, excepto el calzado.

En tiempos de la Guerra había dos radios en el pueblo y las requisaron y se las llevaron al ayuntamiento, y dentro de lo raro que era, permitía que los chiquillos fueran al ayuntamiento a escuchar la radio, y es que le hacían gracia los niños. Está enterrado en el cementerio de Famorca.

Con él se murió el último Cayetano del pueblo, pues no pusieron a nadie más ese nombre, lo que es extraño ya que es el patrón.


21. EL TÍO LUCERO

A principios de siglo había un señor muy raro, al que le decían el tío Lucero, que también le daba por irse a vivir a una cueva a pesar de tener casa en Famorca, y se iba a Alfaro, a la cueva del Lucero. Este señor estaba un poco loco. Cuentan de él, que varias veces robó cabras de los ganados, aprovechando un descuido de los pastores, y las mataba, y les sacaba el hígado y se lo comía asado, y el resto de la cabra no lo tocaba. No siempre robaba ovejas, pero siempre iba detrás de quien mataba ovejas o cabras para que le dieran o le vendieran el higado.


22. EL TÍO SILVERIO

Este señor vivió a principios de siglo y también era muy raro, y muchas noches de invierno se iba a dormir al cementerio, y se metía dentro de un ataúd que guardaban allí, y decía que allí estaba más “calentito” que en casa. Este ataúd del cementerio era el que se empleaba para enterrar a las personas muy pobres.


23. UN CURA CONFLICTIVO

Al acabar la guerra hubo un sacerdote, que se distinguió por imponer una religión muy retrógrada y muy peculiar, hacía ponerse cilicios a las mujeres durante la noche, desbarató noviazgos que estaban a punto de ser matrimonios, les decía a las mujeres que no se acostasen con sus maridos, etc. Tuvo que irse del pueblo ante el malestar que generó, y menos mal que no pasó nada más. Los de Fageca también estaban hartos de él.

En los años diez hubo otro sacerdote peculiar del que cuentan, entre otras cosas, que pidió a los que tuvieran libros que no fueran religiosos que se los llevaran, y después hizo una hoguera con todos ellos.


24. CAÍDA DE LA IMAGEN DE SAN CAYETANO EN LA PROCESIÓN

Poco antes de la guerra, en las fiestas, durante la procesión de San cayetano, en la esquina entre la calle Salamanca y la calle de arriba ("la Carretera"), al girar, cayó la imagen del santo al suelo.


25. PAJAREROS

Antiguamente, los de Castell de Castells, y de otros pueblos, llamaban a los habitantes de Famorca con el apodo de “pajareros” y, aunque desconozco la causa, tal vez puede darnos una pista la definición de “pajarero” que se puede leer en el diccionario: “Dícese de la persona excesivamente bromista”.

Las personas de Castell de Castells, cuando se refieren a los famorquinos llamándoles así, quieren decir "que son agarrados".

Curiosamente, en Famorca había varias personas que actuaban como prestamistas de dinero a gente de los pueblos de alrededor,  pudiera ser que por eso considerasen que eran usureros y "agarrados".

Además, la forma de decirlo era aspirando la “j”, decían algo parecido a “pacarero”.


26. UN TALLER EN LA ALMAZARA

En los años sesenta, muchas mujeres hacían bolsos de palma en sus casas, en las pocas horas libres que les quedaban. Luego se usó la almazara como taller y allí iban a trabajar para hacer los mismos bolsos de palma. La almazara también se usó en un tiempo para seleccionar retales de tela que traían de las fábricas de Alcoy.


27. ROBO EN EL AYUNTAMIENTO

En los años noventa, dos delincuentes llegaron al pueblo y entraron en el ayuntamiento buscando algo que robar. Fueron descubiertos, y al azuzar a un perro para que subiera hacia ellos, que estaban en la parte de arriba, saltaron por el balcón a la calle y desaparecieron. Abandonaron el coche donde habían llegado al pueblo junto a la Plaça de la Font, y aún tuvieron la cara dura de denunciar que se lo habían robado. Creo que los detuvieron pero no les hicieron nada.


28. TRES DÍAS EN EL PLA DE LA NOGUER

Después de fiestas iban a comer paellas, a veces, hasta la Noguer. Aparte de estas veces, iban con frecuencia los chicos jóvenes, bien para cazar, o para hacerse una paella o para pasar el día.

Una vez, en los años cincuenta, como los jóvenes de Famorca estaban enfadados con los de Fageca, decidieron no ir a las fiestas de Fageca, y fueron a la Noguer a pasar los tres días, y allí estuvieron durmiendo a la intemperie, comiendo pollos y divirtiéndose jugando, haciendo gamberradas, carreras de mulos, etc.


29. EL TÍO TORRET

Una anécdota del tío Torret, que tenía un bar en Famorca. Con frecuencia acudían a su bar personas pobres que estaban de paso, y él les ponía un plato de comida delante, sin cobrarles nada, y les decía: “ja tens prou desgràcia amb no tindre diners”. 


30. UN NIÑO QUE CAYÓ A UN TRUJAL


En los años treinta, antes de la guerra, en la almazara de arriba (frente al Ayuntamiento), un niño estaba jugando sobre las vigas del cup y una de ellas giró y cayó en el trujal  y falleció en el acto.


31. EL JABALÍ PERICO

En los años setenta, el tío Miquel o Miquelet (o Michel), que había vivido en Argel y Francia y regresó a Famorca, amaestró un jabalí pequeño como si fuera un animal doméstico y le llamaba "Perico" y el jabalí respondía a ese nombre.. El jabalí le seguía por la calle, como si fuera un perrito.

Una vez, en Parcent, se le escapó y corrió hacia el monte al olor de otros jabalíes. El tío Michelcomenzó a llamarlo y, al cabo de dos horas apareció.


El tío Miquelet, cazaba jabalíes con mucha frecuencia y, luego, los llevaba a su casa para cocinarlos. 

Una vez, al disparar a un jabalí, lo dejó malherido y el jabalí le atacó y lo derribó y le mordió en la pierna varias veces y, como pudo, desde el suelo, volvió a coger la escopeta y le disparó a bocajarro matándolo.


32. El vendedor de puertas y la serpiente

Los que vendían puertas las traían en mulos. Cuentan que, a finales del siglo XIX, todos los años venía un hombre y un niño con varios mulos, a vender puertas, y un año el hombre vino sólo y les contó que, en el bosque, mientras estaban cortando madera para hacer las puertas, vieron a una serpiente grandísima enrollada en un árbol y se lanzó hacia ellos, y cogió al niño y se lo llevó a una sima donde tenía su nido y allí devoró al chiquillo.


33. UNA ZORRITA VISITA EL PUEBLO

Desde 2012, una zorrita visita casi todas las noches el pueblo en busca de comida, e incluso por el día. Curiosamente, cuando se muere una, al poco tiempo acude otra zorrita diferente al pueblo en busca de comida.







34. UN BELÉN EN LA MALLÁ DEL LLOP

Desde hace varios años, en Navidad, los montañeros ponen un belén junto al vértice geodésico de la Mallá del Llop.


35. LOS RICOS DEL PUEBLO 

Había grandes diferencias económicas entre unas familias y otras. Con el tiempo las diferencias se fueron acortando. A mitad del siglo XIX nos encontramos con que el más rico del pueblo, con bastante diferencia, era Pedro Masanet. Luego le seguían José Masanet Moll y Francisco Masanet de Teresa. Estos tres eran mucho más ricos que los demás. 

Sobre 1906, según cuenta Martí Gadea (“Burrimaquia alicantina”) los más ricos eran: - José Masanet, el Recordí, que tenía un hijo al que le llamaban también el Recordí y su nombre era José Masanet Gil. El padre tenía dos hermanos llamados Vicente y Francisco; -José Masanet, el Forriel y – Joaquín el Blanco, conocido por el Baratero. 

Además de estos nombres, revisando las listas del Catastro vemos que los que más tierras tenían en 1880 eran: 

- Francisco Masanet Puchol 
- Pascual Masanet Puchol 
- Vicente Masanet Masanet 
- Vicente Masanet Femenía 
- Vicente Masanet Lucas 
- Francisco Masanet Masanet de José 
- Vicente Masanet Masanet de Francisco 

En 1899, los que más tierras tenían eran: 

- Vicente Masanet Masanet de Francisco 
- Francisco Masanet Masanet de José 
- José Masanet Masanet, de Francisco 
- Vicente Masanet Masanet, de José 
- Vicente Masanet Lucas 
- Pascual Masanet Camps 

La tierra estaba muy mal repartida, en 1899, entre los seis más ricos tenían lo mismo que entre los 60 más pobres.





36. Cronista de Famorca.

En 1955 se nombró Cronista de Famorca a D. Francisco de Paula Carchano Carretero, y también era cronista de todos los pueblos de la Vall de Seta y Gorga excepto de Quatretondeta. El Cronista de Quatretondeta era el escritor Rafael Pérez y Pérez.

El Sr.Carchano, era Juez y pertenecía a la Sección de "Cronistas del Reino de Valencia".


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