miércoles, 31 de octubre de 2018

45. Agricultura



45. Agricultura

Como apenas hay terreno llano en el término, para cultivar el terreno ha sido preciso abancalar las laderas de los montes, con todo el esfuerzo que eso supone.

Debido a la gran pendiente de las zonas abancaladas, los bancales están protegidos en su parte exterior por márgenes de piedra, con objeto de que no se desmoronen las laderas. 

Los bancales muy estrechos, donde sólo cabe una hilera de árboles se llamaban "cúes".

En la falda de Serrella, el suelo es extraordinariamente rico en calizas y muy fértil, debido a la gran humedad que hay, por su orientación al norte.

El suelo del monte de Alfaro es muy poco húmedo y hay muy poca tierra fértil y muchas rocas.

La agricultura ha sido prácticamente la única fuente de ingresos del pueblo a lo largo de toda la historia. De cómo fueran las cosechas dependía casi todo en la vida del pueblo.

Los campos tienen una importante carga de tradición secular, el mismo campo que ahora trabajan es el que trabajaron sus abuelos y el que les gustaría que trabajaran sus nietos. Las familias que se lo podían permitir compraban cada año un nuevo bancal.

Rafael Cebrián hace un análisis de lo penoso que ha sido el trabajo agrícola en esta zona: “La desnivelada topografía de los suelos ha condicionado históricamente la roturación de tierras de labor en terrazas de ladera: campos penosamente conquistados, piedra a piedra, elevando los ribazos y acarreando la tierra, en ocasiones desde grandes distancias” (...) “Conforme la creciente demografía poblaba los montes y reclamaba más recursos de subsistencia, las tablas abancaladas escalaban en graderío las vertientes hasta donde la pendiente impedía su sustentación” (...) “No se puede menos que admirar y rendir homenaje a estos pueblos de agricultores que han hecho nuestra historia fructificando un medio tan poco generoso en sus dádivas naturales”.

Los bancales son muy estrechos debido a la gran pendiente que hay en Serrella en toda la extensión del término, y a que el pueblo está encajonado entre Serrella y Alfaro. Son los bancales más estrechos de todo el valle y donde se han cultivado los bancales a más altura.

Los márgenes de piedra, entre bancal y bancal, estaban sólidamente construidos con piedras, y, en algún caso, por el gran desnivel, tenían más de dos metros de altura. Todavía podemos ver “escaleras” hechas con piedras salientes en los márgenes, justo el espacio para poner el pie en cada piedra, y que permitían pasar de unos bancales a otros. En algunos sitios todavía podemos ver cobijos, que eran agujeros en los márgenes, parecidos a las entradas de los pozos, que servían para resguardarse en caso de lluvia. Los márgenes se los hacían los propios agricultores, pero cuando eran muy complicados se llamaba a gente especializada en hacer márgenes (“margenadores”) de otros pueblos.

Para conseguir una tierra de cultivo de más calidad en los bancales, en especial en los bancales que se hacían pegados la sierra, se quemaban aliagas y las cenizas se mezclaban con tierra. (Se llamaba "fer formiguers").

Las tierras que eran un poco mejor que las demás se dedicaban al cultivo de "ferratge" (forraje) y se conocían por ferraginal o freginal.

En Alfaro casi no se cultivaba nada porque había mucha roca, pero encima de Alfaro había planicies en las que se cultivaba trigo.

Era muy normal que gente de Famorca tuviera tierras en Fageca y viceversa.

La gente que ayudaba a trabajar en el campo siempre era del pueblo, no venía gente de otros sitios.

Las mujeres iban al campo a recoger almendras y aceitunas, y también a entrecavar (quitar las hierbas malas del trigo).

Los mulos, fieles compañeros del agricultor durante años y años, fueron sustituidos en los años sesenta por mulas mecánicas con un pequeño remolque y más adelante por tractores pequeños, aunque siguen las mulas mecánicas.

Con el tiempo, las tierras se fueron abandonando y sólo se cultivaban las más bajas y las más productivas. Los caminos, que apenas permitían el paso de una caballería, se fueron ensanchando de forma que pudiesen pasar las mulas mecánicas, pero los bancales que quedaron lejos de los caminos anchos, se dejaron de cultivar.

Al ingresar en la Unión Europea, las subvenciones al campo también llegaron aquí, y eso ha permitido que los campos de olivos y almendros se hayan seguido cultivando, e incluso se hayan plantado nuevos árboles.

Mª Rosario Martí Marco, en 1995, elaboró una interesante tesis titulada "Estrategias de desarrollo para la zona de montaña de la Comunidad Valenciana" donde trata exhaustivamente la agricultura de la zona.





En su trabajo “El turismo rural: una alternativa para el desarrollo integrado de los municipios rurales de la Montaña alicantina” (1996), Enric Matarredona escribe:

“La actividad agrícola comarcal presenta limitadas posibilidades de desarrollo debido a una serie de condicionamientos: falta de motivación y envejecimiento de la población activa agraria, parcelas de pequeño tamaño, imposibilidad de ampliar la superficie regable. Por ello, este sector tiene una importancia relativa, tanto menor cuanto más próximos se encuentren los ejes industrial y turístico que flanquean la comarca. (…)

Los problemas que hoy en día afectan a la agricultura de la montaña alicantina, como se ha indicado, vienen a ser reflejo del panorama provincial: paulatina descapitalización del sector, poca atención a la calidad de los productos, regresión de la superficie cultivada, escasa operatividad del cooperativismo, estructuras agrarias anquilosadas, envejecimiento de la población agrícola, falta de créditos «blandos» y subvenciones para la modernización de las explotaciones, son algunas de las circunstancias que justifican el escaso interés por la agricultura y el abandono que se ha producido en los últimos años de las tierras abancaladas de La Montaña”.



CEREALES

Los cereales, especialmente el trigo, antiguamente, eran lo más cultivado. Se cultivaban en las zonas amplias y llanas, entre los olivos o almendros. Esto no siempre se hacía, ya que la producción de los árboles se resentía si había algo más sembrado en el bancal.

Hasta los años cincuenta o sesenta, los almendros se colocaban en los márgenes de los bancales y, en el resto, se sembraba el trigo.

Durante los siglos XVIII y XIX, los cereales fueron el principal cultivo. Hasta el s. XVIII incluido, se cultivaba más trigo que cebada, pero, a partir del s. XIX se cultivó más cebada que trigo.

También se cultivaba escanda (trigo de paja corta) y avena en poca cantidad.

En 1860 el cultivo de cereales y legumbres era importantísimo. Dentro de estos cultivos, las proporciones eran las siguientes: 31% de trigo, 51% de cebada, 0´5% de avena, 11% de maíz, 2% de habas, 2% de garbanzos y 2´5% de lentejas.

Según el Catastro Municipal, en 1880, los cereales eran el cultivo más importante y representaba el 85% del número de bancales (578 bancales). Según los datos estadísticos de 1860-1885, eran el segundo cultivo más importante, después de la vid, y representaba el 35% de la superficie cultivada (81 Has.).

Entre 1908 y 1912, se citaban 20 Has. de cereales (el 40% de la superficie cultivada), y todavía en los años setenta, se citaban 24 Has. de cereales (el 11% de la superficie cultivada).

En septiembre u octubre se labraba la tierra, y en el mes de noviembre se sembraba. Normalmente, habría que ir dejando descansar la tierra de año en año, un año de cultivo y un año de barbecho, pero como había poca tierra muy pocas veces se tenía tierra en barbecho.

Para sembrar el trigo, iba un hombre con un arado llevado por un mulo, y hacía un solo surco a la vez. Detrás iba otro hombre con una “barcha” (o “barchol” o “barcheta”), que era parecido a un capazo de palmito, alargado y con un asa en medio, y con esto se iba echando el trigo por el surco. A la vez, se echaba el abono, si había. El surco hecho, quedaba tapado al hacer el siguiente surco. Una vez hecha la siembra, se pasaba una tabla por encima del sembrado.

En cuanto empezaba a salir el trigo, en febrero o marzo, las mujeres quitaban las malas hierbas que salían entre el trigo (escardaban o entrecavaban). Para entrecavar se ponían en hilera, e iban cavando con azaditas pequeñas, y era normal que fueran cantando mientras trabajaban. Cuando el trigo se hacía un poco más alto, se volvía a entrar en el sembrado para quitar las malas hierbas.

La siega se hacía sobre el mes de julio, y cada familia segaba lo suyo. Nunca venían segadores de fuera. Las mujeres también colaboraban en la siega. Cuando los bancales estaban muy lejos (la Noguer), se iba toda la familia, y estaban fuera una semana, o más, mientras hacían los trabajos agrícolas. Durante aquellos días, vivían en cuevas o corrales.

La siega se hacía con la “falç” o con la “corbella”, que era un poco menor, y no se protegían la mano izquierda al segar.

Las espigas se ponían en gavillas, y luego con las gavillas se hacían fajos (“garbas”) que se ataban con otras gavillas menores que se entrelazaban. Las garbas se dejaban en el bancal hasta que correspondía el turno para llevarlas a la era, y se transportaban con mulos. Al transporte de garbas se le llamaba “garbejar”.

Después de segar, se iba al campo a recoger las espigas que se habían quedado (espigolar). Normalmente esta faena la hacían las mujeres y los niños.


MOLINOS

Croquis de Fernando Sendra, 1996:





MAÍZ

Desde que se introdujo en la Península, aquí siempre se ha cultivado bastante. Se le conocía con el nombre de dacsa, o panís. 

Se sembraba en primavera y se recogía a fines de septiembre o en octubre.

Se cultivaba entre los olivos, y se empleaba para prepararle la comida al cerdo o para hacer la harina de maíz necesaria para algunos platos. Incluso, a veces, hace muchísimos años, el pan se hacía principalmente con harina de maíz.

Una vez peladas las panochas, se colgaban de los clavos que tenían las vigas de la casa.

Para pelar el maíz se juntaban los chicos y las chicas, y solían jugar a que al que le salía una panocha roja, tenía que ir a besar al que tenía al lado del otro sexo o a varios.


OLIVA

En la Carta Puebla de 1611 ya vemos una especial preocupación por los olivos: cada casa tenía que plantar cada año seis olivos nuevos. Siendo tan citado en varios capítulos de dicha Carta nos obliga a pensar que, era el principal cultivo junto con los cereales.

Su cultivo no aparece citado en el s. XVIII, y Cavanilles, en 1794, cita una pequeña producción en todo el valle de Ceta. Incluso Madoz, en 1843, hablando de Serrella, cita como cultivos: “viñedos, sembrados y algunos olivos”. En 1908-1912 ya figura como uno de los principales cultivos (10 Ha, el 20% de la superficie cultivada). En los años 70 llegó a ocupar una extensión del 30%, e incluso del 40% ó 50% según otras fuentes. Últimamente se han ido sustituyendo olivos por almendros.

En superficie, el cultivo del olivo es mayoritario, en los censos de 1981, 1986 y 1991, al olivo se le asignan 125 Ha de cultivo.

En 1994, con datos de la Consellería de Agricultura, se tenían censadas 99,08 Ha de olivo y 6000 olivos cultivados.

En datos de la almazara, en la cosecha de 1983-1984, se molieron 47767 kg de oliva y se obtuvieron 11971 litros de aceite.

Tanto los olivos como los almendros hay que cuidarlos mucho, hay que labrar la tierra, podar los árboles (esporgar), abonarlos y tratarlos contra las plagas. Los olivos y los almendros son cultivados en pequeños bancales escalonados, en la falda norte de Serrella y en la parte baja del valle.

Por la temperatura y pluviometría, se produce una oliva de extraordinaria calidad.

La aceituna más cultivada es la de la variedad “mançanella”, aunque hay otras variedades como la “alfafarenca”, la “blanqueta”, la “negreta” y el “grossal”.

La poda se hace en enero o en febrero y se corta mucha madera, dejando que el aire corra entre las ramas grandes. A finales del verano, se allana el terreno bajo los árboles, para facilitar la recogida de las aceitunas. En noviembre o principios de diciembre se cogían las aceitunas para salar. Las destinadas a aceite se cogían para navidad o para enero. 

La oliva la recogía toda la familia y los allegados, y era una de las pocas ocasiones, fuera de fiestas, donde los jóvenes y las jóvenes estaban juntos, y alguna vez de una recogida de olivas salían nuevas parejas de novios.

Como hacía mucho frío, con calcetines viejos se hacían una especie de guantes, dejando los dedos al aire.

Primeramente se cogían las aceitunas del suelo, normalmente eran las mujeres y los niños los que hacían esto. Luego una vez recogidas las del suelo, se extendían las mantas y los hombres golpeaban las ramas para que cayeran las aceitunas, y luego las recogían con las mantas.

En los años sesenta apareció un aparato de recoger aceitunas del suelo, que tiene un rodillo pequeño y pinchos, y las olivas se van pinchando y se recogen. Últimamente ha aparecido una especie de aspirador con las que se recogen las olivas del suelo.

Una vez cogidas las olivas, se extendían en el suelo, en un sitio que les diera el sol y el aire, se oreaban durante un mes, y al cabo del mes se llevaban a la almazara. El tiempo de espera fue disminuyendo con los años y, últimamente, casi se va directamente del campo a la almazara.


EL ACEITE

La extracción del aceite se hacía en las almazaras (almàsseras). Ya he señalado que había tres almazaras. Desde los años setenta sólo queda la almazara de la Font, y, de toda la zona, es una de las pocas que aún prensa olivas.

De cada cuatro kilos de aceituna se extraía un litro de aceite.

Primeramente se molturaba la aceituna madura, en frío y por goteo natural. Se hacía con una muela cónica que se arrastraba por una caballería, de forma que girara sobre una piedra circular (rutló) y fuera chafando las olivas. Tras sacarse el aceite por este procedimiento, se empleaba agua caliente para extraer más aceite, y se repetía la operación del molturado con la caballería. Cuando ya no quedaba aceite, la pasta que quedaba recibía el nombre de morca. Con el tiempo se sustituyó la caballería y la mueva se movía mecánicamente.

Esta pasta se prensaba después con la prensa manual, y para ello se colocaba entre “esportins” (planchas circulares de esparto.) Se colocaban unos 15 ó 20 esportins, y se extraía todo el líquido (“la flor del oli”), y el orujo (pinyol) quedaba en la prensa. La prensa hidráulica no llegó hasta los años cincuenta.

Este pinyol todavía se deshacía con las manos, y se le añadía agua caliente y se volvía a prensar en otra prensa mayor. Con unos embudos de hierro se separaba el aceite de la mezcla líquida que salía. Después de esta última prensada, quedaban como unas planchas circulares a las que se les llamaba “gleba de pinyol”, y se usaban para comida de animales o para avivar el fuego en la chimenea.

A veces, venían de otros pueblos a comprar estas “glebas”, y de aquí aún sacaban aceite de bajísima calidad.

Al hombre que llevaba olivas, le ayudaban los almasserers. La mujer del dueño les hacía la comida a los almasserers. La explotación de las almazaras se solía subastar, pero otras veces se hacían turnos entre todos.

Las almazaras eran lugar de reunión de los hombres, que acudían de tertulia allí a todas horas.

El aceite se podía empezar a consumir en marzo.

A partir de los años 90, no se pudieron adaptar a la normativa exigida todas las instalaciones y maquinaria de la almazara , por lo que tuvo que cerrarse.

La Cooperativa San Cayetano, constituida alrededor de 1963, formada por unas treinta familias, sólo se ocupaba de la almazara y no de otros productos del campo.






ALMENDRA

La almendra siempre se ha cultivado poco. En el censo de 1993, sólo había 2,75 Ha. de almendras. En la Carta Puebla no se cita ni de pasada, incluso si aceptáramos los datos de 1704 y 1787 como ciertos, tampoco había mucha. Posteriormente, cuando se habla de cultivos, no se citan las almendras, o se dice que se cultivan en poca cantidad. En 1860 sólo había 8 Ha sembradas de almendros, apenas un 1´5% de la superficie cultivada. Ni en 1912 ni en 1924 se nombra a la almendra como cultivo, y fue a partir de estos años y de la decadencia de la vid, cuando se desarrolló el cultivo, y esto se debió también a que subieron los precios de la almendra al desarrollarse las fábricas de turrón de Jijona. En los años setenta la superficie cultivada de almendros llegó a ser un 60% de la totalidad de tierras cultivadas.

El cultivo de los almendros siempre ha sido muy arriesgado, debido a las fuertes heladas, que muchas veces arruinaban toda la cosecha, pero esto se compensaba con que los precios solían ser buenos y el cultivo del almendro era más cómodo que el del olivo. Quizá debido a que antes hacía más frío, era más difícil el cultivo de la almendra y por eso tardó en llegar su cultivo al pueblo. Los precios solían variar bastante de unos años a otros.

Además, los olivos podían vivir cientos de años, pero los almendros no suelen durar más de sesenta años.

La variedad más cultivada es (y ha sido) la “llargueta”, de forma alargada y piel gruesa, aunque también se cultivaba la “marcona”, que se pagaba mejor, pero tenía más riesgos. También se cultivaba la “planeta”, que era muy grande y se usaba para las peladillas. Otra variedad eran las “toueras”. También la "comuna".

A primeros de septiembre se comenzaban a coger las almendras. Toda la familia participaba en la recolección. Para coger las almendras, igual que para las olivas, se empleaban mantas hechas con sacos cosidos. Sobre 1955 se introdujeron las sábanas de lona y, a mediados de los años setenta, las mallas de plástico.

Las ramas se golpeaban con varas (varear), y las almendras caían a las mantas.

A la operación de pelar almendras se le llama “descorfar”. Normalmente eran las mujeres y los niños los que descorfaban. Se ponían las almendras encima de un cañizo o un tablón, que se ponía encima de unos caballetes o de unas sillas. Las almendras se echaban dentro de un capazo y las cáscaras se tiraban al suelo. Normalmente se juntaban varias personas para descorfar (familiares y vecinos), y estaban en animada tertulia mientras trabajaban. Desde hace bastantes años se pelan con unas máquinas eléctricas especiales para pelarlas.

Las cortezas se sacaban a la calle y a la mañana siguiente se la llevaban los pastores para alimentar al ganado. 

Una vez peladas, se extendían para que se secaran al sol y se removían para que se acabaran de secar bien . Luego se metían en sacos, y se intentaban vender cuanto antes y a buen precio. Normalmente había alguna persona del pueblo que hacía de intermediario en la venta, o bien venían de otros pueblos a comprarlas, muchas veces venían desde Benigembla. 

Como ejemplo de lo que varían los precios citaré que el kilo de almendras, en 1985 valía 170 pesetas, y luego bajó a 60 pesetas, y así estuvo mucho tiempo, hasta hace muy poco, en que el precio se ha situado sobre las 200 pesetas. 


HIGUERAS 

También tuvieron su importancia. Su cultivo se nombra expresamente en el interrogatorio del ayuntamiento de 1862. Se usaban para alimento de los animales, especialmente de los cerdos, aunque también se comían como fruta normal, o bien se escaldaban y se ponían a secar en “garbells”, para hacer los deliciosos higos secos. 


OTROS ÁRBOLES 

Josep Mª Espinàs en “A peu pel Comtat i la Marina” señala que en el siglo XIX, cuando había tantas viñas, no había árboles en los bancales. Entrevistando a un habitante le respode éste: “Abans no hi havien arbres, al camp, tot era vinya. Després, aquí, tots vam viure dels mancals d’ametllers i oliveres, i s’ha de dir que tenim una bona terra”

Si los datos del s. XVII son ciertos, la algarroba fue muy importante en Famorca. No obstante, Cavanilles decía en 1794 que la algarroba no se conocía en el valle.

En 1860 apenas había nogales, un uno por ciento de la superficie cultivada. Después hubo bastantes nogales, que se desarrollaron al tiempo que se desarrollaba el almendro.

Había pocos árboles frutales. Vemos que en la “Carta puebla” de 1611, se prohíbe plantar árboles frutales en los bancales.

La morera se cultivaba para alimento de ovejas y cabras, no para los gusanos de seda. A lo largo del s. XVII desaparece el cultivo de la morera.

Los frutales más comunes eran, y son, los cerezos y los manzanos, y a éstos les siguen los ciruelos. Los cerezos ocupaban una extensión de 0,5 Ha en el censo de 1991 y, el resto de frutales, ni siquiera se citaban.

La variedad de cereza que se cultiva en Famorca es la de "garrafal burlat". 

Generalmente los frutales no se plantaban como tales, sino que procedían de injertos de otros árboles. 

En la ribera del río y en los barrancos había muchos chopos, que solían ser particulares, y se usaban para aprovechar los troncos como maderos para la construcción, y también se utilizaban las hojas para alimento de las cabras y de los conejos. Para quitar las hojas del chopo se usaba el “falçó”, una especie de hoz pequeña, con un mango de hierro hueco, para poderlo meter en una caña y manejarlo. 


VID 

Siempre se habla de la vid como producto muy cultivado, se cita específicamente en la Carta Puebla de 1611, teniendo importancia tanto para la producción de vino como para la elaboración de pasas. Si los datos del s. XVIII no son falsos, se vendería bastante vino fuera del pueblo. Según el Catastro Municipal, en 1880, la viña era el segundo cultivo más importante, después de los cereales, y representaba el 11% del número de bancales (74 bancales). Según los datos estadísticos de 1860-1885, eran el cultivo más importante, y representaba el 53% de la superficie cultivada (120 Has.) 

Siempre se habla de la vid como producto muy cultivado, se cita específicamente en la Carta Puebla de 1611, teniendo importancia tanto para la producción de vino como para la elaboración de pasas. Si los datos del s. XVIII no son falsos, se vendería bastante vino fuera del pueblo. Sobre 1910 se estimaba que el 40% de la superficie estaba dedicada al cultivo de la vid. 

En 1909 llegó la plaga de la filoxera a la vid de esta zona. 

Debido a una epidemia mundial de filoxera de 1868, los cultivos de vid de Europa y Cataluña se hundieron, al tiempo que florecieron en el País Valenciano, donde no había llegado la plaga. 

De 1870 a 1914, la uva fue un buen negocio y había muchísimas tierras que fueron dedicadas al viñedo. A partir de 1882 se sustituyeron muchas plantaciones de cereales, olivos y algarrobos por la vid. 

No obstante siempre se había cultivado vid para el consumo propio de cada familia, y algo para vender.

El vino que se producía era insuficiente para el consumo propio y se solía comprar en Gorga. 

La uva que se cultivaba era la uva negra, para producir vino tinto ("negre"). El vino que se producía era fuerte, aunque en 1885 el ayuntamiento decía en un interrogatorio que tenía 12º. Esto contrasta con el de Fageca, que en el mismo año decían que tenía 15º. También se cultivaba bastante uva de moscatel. 

Las vides estaban en los bancales, entre los olivos y los almendros, y también en bancales exclusivos para ellas. 

Los bancales de viñas antiguamente estaban en la parte más alta, luego conforme fue aumentando su cultivo, a mediados del siglo XIX, se fueron ocupando bancales más bajos, aunque también estaban en la parte alta de Serrella (sobre todo a la derecha yendo a la Noguer) y por Alfaro. Cuando decayó la viña, en los bancales se plantaron almendros. 

Las tareas de la viña eran: la poda en enero; después se labraba todo el bancal y se entrecavaba alrededor de las cepas haciendo un pequeño hoyo alrededor; más tarde se quitaban los sarmientos y pámpanos que no interesaban, y se sulfataban para eliminar plagas. 

La vendimia se hacía en septiembre. Los racimos se cortaban con unos cuchillos curvados (“falçonet”) y se ponían en cestas y se transportaban en caballerías. 

Había tres almazaras de vino: la que había junto a las escuelas, que le decían “del tío Jesús”; la del Cantó, al final de la calle de la Diputación a la derecha; y la de la Font, que es la actual. 

La almazara de la Font era antes más pequeña, y junto a ella, en la parte oeste, había adosada una casa de dos plantas. El tío Gonzalo, sobre 1940 o 1941, tiró la antigua almazara por dentro e hizo todo nuevo, y la amplió cogiendo la casa adosada y también la alargó hacia la font de Dalt, haciendo más larga la fachada también. Hasta la reforma, la prensa era de barra, y había que prensar a mano, y después se puso una prensa eléctrica. 

Las mismas almazaras de aceite se utilizaban para el vino. Realmente, era al revés, ya que cuando se construyeron era mucho mayor la producción de vino que de aceite. La más genuina de vino era la del tío Jesús. Todos los vecinos del pueblo eran socios de alguna de las almazaras. La del tío Jesús, originariamente era exclusiva de este señor, pero luego la vendió a varios del pueblo. 

Cada uno acudía a la almazara con sus uvas y se hacía el vino. De cada 100 kilos de uva, salían unos 70 litros de vino. 

Las uvas se ponían en la “trullola” (que solía ser una cuba redonda de piedra o de madera), que tenía un orificio para que saliera el líquido. Allí se chafaba el grano con los pies. Normalmente los pisadores de uva iban descalzos. Más tarde, se pisaron con alpargatas de esparto. Normalmente eran dos personas las que chafaban la uva, y se agarraban entre sí, o se sujetaban de una cuerda colgada del techo. Conforme se chafaba, se iba sacando todo lo pisado (“el pinyol”), y se añadía más uva, y se continuaba chafando. Después, el pinyol se pasaba por la prensa y se extraía el caldo. La prensa era la misma que la usada para el aceite, y se utilizaba el mismo sistema. (Años antes de introducirse la prensa, se utilizaba un artilugio hecho con unas cuerdas de esparto llamadas "briagues" y con una viga que pudiese girar se retorcían las briagues que aplastaban el pinyol). 

Debajo de las cubas de chafado estaban los “cups”, que tenían una profundidad de un metro o de metro y medio, y allí iba el líquido que salía del chafado y el que salía de prensar el “pinyol”. Los cups estaban tapados con tablas, encima de las tablas se ponían las uvas y al ir pisándolas, el caldo se colaba por entre las tablas hasta el “cup”. Allí fermentaba el vino, y al cabo de tres días, lo sacaban y lo metían en toneles grandes. En cada casa había una bodega o cuarto oscuro y fresco donde se guardaban los toneles de vino. 

Todo el vino que se hacía en Famorca era tinto. A veces, para darle más color al vino, se metía dentro del cup restos del “pinyol”. El vino se probaba por primera vez en Nochebuena. Ese día solían ir todos los hombres de casa en casa probando los vinos. Cada uno solía llevar un trozo de melva atado a una caña, y, al tiempo que iba bebiendo, cortaba un trocito de la melva y comía. 

Antiguamente también se producía mucha uva moscatel. Desde tiempos muy antiguos se hacían pasas y se citan en la Carta Puebla, y también se cita esta producción a finales del siglo XIX. Después se solían comprar hechas a los que venían a vender. 


ALFALFA 

En la huerta se sembraba alfalfa para que comieran los mulos. No se conocía la guadaña, se segaba con hoz. Cada mes y medio o dos meses, se hacía un corte de la hierba. 


HORTALIZAS Y LEGUMBRES 

Las huertas se hacían aprovechando los manantiales y las balsas de los barrancos. Había muchas huertas pequeñas donde se cultivaban hortalizas, legumbres y alfalfa para que comieran los mulos. 

No se conocía la guadaña y se segaba con hoz. 

Históricamente, las legumbres fueron muy cultivadas, por sus grandes cualidades alimenticias. En 1860 se citan: 25 fanegas de habas, 25 fanegas de garbanzos y 30 fanegas de lentejas. Se usaban para consumo doméstico, no se vendían al exterior. 

Las huertas estaban en: -el barranco del Pueblo, donde ahora está el polideportivo, donde antes de cubrir el barranco había una balsa a donde acudía el agua que salía del lavadero, y luego se aprovechaba para las huertas que había a continuación; -en el mismo barranco, por encima de la almazara también; -en les Fontetes; -en Els Pouets de Serrella; -en el Clot; -en la horta del Pou, que es el primer barranco que encontramos saliendo por la Creu; -en la balsa del tío Recordí; -en els Noguerets; -en la font de la Fita; -en la Font dels Olbits; -en la Font de l´Olivera; -en el Racó del Forat; y -en la Noguer. 

En la Noguer, aparte de la huerta, se sembraban garbanzos, maíz, trigo, y hasta tomates. 

Además de en las huertas, como las faldas de Serrella son tan húmedas, era muy corriente sembrar hortalizas en los bancales, y, sin apenas riego, crecían. 


OTRAS 

El azafrán se sembraba poco, sólo para uso propio. Se cogía a partir del mes de noviembre. 

Setas. Se cogían bastantes por las zonas donde había chopos. Los esclatasangs eran los más abundantes, y estaban en la umbría, en los alrededores de los pinos, por el Pla de la Cova y por Alfaro. Se cogían para octubre o noviembre. Cada uno conocía los sitios donde había, y los guardaba en secreto. También se cogían los “bolets” de chopo, las “girgoles”, los “esclatasangs” los “pebrassos”, que eran parecidos a los anteriores pero más gordos, y las “anyiules”, que eran setas que se criaban cerca de los chopos. Otras que eran peor de sabor eran les “puagres”. Otras de mal sabor, parecidas a los “esclatasangs” son “les peloses”. 


PLANTAS AROMÁTICAS 

Todo el monte está lleno de plantas con pinchos o aromáticas, que ambos son mecanismos de defensa contra los mamíferos herbívoros. 

Las hierbas aromáticas son las de toda la montaña de Alicante. La gente cogía sobre todo manzanilla y salvia, pero cogía otras muchas, ya que eran muy aficionados a curarse los malestares cotidianos con infusiones de hierbas. 

Hace unos pocos años, una persona de fuera del pueblo, trajo una caldera para extraer esencia de espliego por destilación, y la instaló en Els Noguerets, pero no la llegó a poner en funcionamiento, y abandonó la caldera y los tubos allí mismo. 

En 1794 Cavanilles decía que en Castell de Castells se producía “una cantidad enorme de espliego”, lo que nos hace pensar que por la proximidad aquí se recogería también y se llevaba a vender a Castell de Castells. 

Las plantas aromáticas, sobre todo el romero, se iban a coger a Alfaro, y se cogían dos o tres días después de que hubiera llovido. 


MIEL 

La producción de miel era importante y se menciona, expresamente, en la Carta Puebla. Eran muchos los que tenían colmenas. Antes se usaba la miel más que ahora, pues sustituía al azúcar, que era caro y poco corriente. 

La miel que se obtenía en el pueblo era muy buena porque había hierbas aromáticas. En 1878 en Castell de Castells se cita la miel como muy producido en su término. 

Las cajas de las abejas son un invento moderno, ya que hasta los años cuarenta se usaban los “bucs”, que consistían en un cilindro ancho de un metro de altura y con una anchura de cuarenta o sesenta centímetros, hecha con cañas tejidas, y en la parte superior se colocaba un cono o campana (“caputxa”) hecho con paja, y al que le sobresalían las alas por debajo. 

A veces, en vez de poner la caputxa como tapadera, se colocaba una tapa de esparto trenzado, o un trozo de chapa de hojalata o, simplemente, tejas. 

El cilindro tenía un agujerito pequeño por debajo por donde las abejas entraban y salían. Dentro del buc se formaba una cruz hecha con dos ramas de romero, y encima se ponía una tapa (“planeta”), hecha con margalló trenzado (o, a veces, con esparto), dejando el espacio de arriba libre. Las abejas hacían los panales enganchándose a estas cruces. En primavera se quitaba la planeta y se ponía otra cruz a más altura. 

La miel se extraía (“se cortaba”) normalmente dos veces al año. Cuando había que cortar la miel, para ahuyentar las abejas, en vez de llevar ahumador, llevaban en la mano algo encendido para que fuera haciendo humo. 

Las colmenas se situaban en sitios donde diera mucho el sol y, a poder ser, orientadas al este. Se colocaban muy juntas unas con otras. Debajo de las colmenas se ponían piedras grandes para aislarlas de la humedad del suelo. 

La miel y la cera se vendían fuera del pueblo. La miel se guardaba en recipientes metálicos grandes. 


ABONOS 

Para aumentar la producción de los campos, principalmente se utilizaba el estiércol que se sacaba de los corrales, pero también se prendía fuego a la hierba, y las cenizas servían de abono. También se utilizaba ceniza de la que se hacía en el hogar. En los olivos, antes de que se descubrieran los abonos actuales, ponían azufre, cal, e incluso petróleo rebajado con agua. 

Alrededor de 1950 aparecieron abonos comerciales (nitrato de Chile y otros) y hasta el año 60 no aparecieron los insecticidas. Desde entonces es corriente fumigar los árboles contra las plagas. 


ÚTILES DEL CAMPO 

Al estar los bancales en ladera siempre había que procurar quitar las piedras que salían de debajo. Se usaba el rastrillo (“rastrell” o “rastell” o “raspall”) que era una barra de hierro y con púas, que tenía mango de madera. También el “ganxo”, que era como una azada, pero en vez de tener la hoja tenía una especie de herradura, servía para picar el suelo duro y para extraer piedras. También se usaba “l´aixada” (azada). El arado (“forcat”) no podía usarse en todos sitios, donde no llegaba había que cavar la tierra con la azada. 

Para ir al campo, los hombres llevaban todos los útiles del campo en un capazo de esparto que tenía una cuerda atada en un asa. Luego pasaban la cuerda por la otra asa, y lo llevaban colgado al hombro, con la cuerda. A los capazos se les llama “bartxa”, “bartxol” o “bartxeta”. 

Foto en Guadalest











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